Esme ha hecho lo impensable: ha robado las llaves de la habitación de Suna para abrirles la puerta a sus hijas para darle algo de comer y que puedan ir al baño. Un acto de valentía que refleja cómo ha cambiado su postura frente a su marido.

Desde que Kazım se llevó a Seyran y Suna de la mansión de los Korhan, la situación se ha vuelto insostenible. Tras su regreso a casa, el hombre no solo les ha dado una paliza, sino que también ha impuesto reglas crueles, prohibiendo tanto a Esme como a la tía Hattuc darles comida o permitirles salir de la habitación para usar el baño.

Sin embargo, Esme, cansada de someterse, ha decidido actuar. Ha preparado unos sándwiches para sus hijas y, con cautela, se los ha llevado a escondidas. Mientras tanto, Seyran, muy angustiada por la situación, le ha pedido un favor más: que le consiga su teléfono. “Estoy muy preocupada por Ferit”, le ha confesado, dejando entrever que, a pesar de todo lo ocurrido, sus sentimientos por él siguen siendo fuertes.

Esme, que antes vivía dominada por el miedo, ha dado un giro en su actitud. Desde que tuvo el valor de rebelarse contra Kazim, ha recuperado parte de su fuerza interior y ha empezado a tomar decisiones que antes le hubieran parecido imposibles.